sexta-feira, 29 de maio de 2009

Querido Latuflâneur, me escribe Jorge Lovisolo

Glosando a Cortázar, bien podría decir que por ahí anda suelto un autonauta de la cosmopista. Flâneurea el boulevard de los afectos, antes de exteriorizar sus sentimientos los aromatiza en un cofre de sándalo, se esconde tras el tul de agua de una cascada para espiar el mundo, pega las estampillas en el margen superior izquierdo del sobre, va a visitar a un amigo y a mitad de camino advierte que se había quedado en su casa, conserva helados en el microondas y calienta café en freezer, profesa el culto de la conversación en ese tiempo cremoso rehacio al reloj, dice que los caballos ladran y los perros relinchan, compra muchos diarios del mismo día para cuando ya no haya, se envuelve el cuello con una bufanda arafatiana para que haga frío, considera que el respetuoso silencio es la única literatura digna de tener en cuenta, le place cumplir muchos años en un solo día, piensa que quien viene al mundo para no perturbar nada no merecen respeto ni consideración, le parecen irreverentes las improvisaciones no maduradas, cultiva la política del individuo máximo y del Estado mínimo, tiene la convicción de que lo único que sabemos de Edipo es que no tuvo el complejo, le encantan los trombones desafinados de la banda municipal, cava en el futuro para asegurarle un largo porvenir, ama las más pacíficas de las conjunciones adversativas y desdeña las afirmaciones concluyentes, le presta suma atención al punto muerto que precede al nuevo movimiento del péndulo, le place modelar muñequitos de mazapán para postre de los monitos enjaulados en el zoo, se jacta de tener un sosías que no se le parece, pero eso sí, por sabre todas las cosas, celebra la vida.Si no me equivoco, ese flâneur sos vos.Un abrazo. Jorge

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